Mis
ojeras no disimulan los estragos de tu ausencia.
Mi voz
vibra al simular las vocales de tu nombre.
Una nube
de humo se forma al recordar tu cara.
Y es que
se quiere disipar pero el viento no acompaña.
El rocío
de la mañana empapa mis legañas,
presas de
un mal sueño o una tormenta sin calma.
Presente,
tan presente, siempre en la memoria.
Recuerdos
que corren a contracorriente.
Olas
bravas que arremeten contra las rocas.
Cabezazos
contra la pared,
puñetazos
a las vigas,
pateadas hacia
el suelo.
Fino hilo
que se rompe bruscamente.
Seda
estropeada con el velero.
Dulce néctar
amargado.
Una
ventana, cobarde salida.
Afuera
llueve y hace frío.
¿Y qué si
no me río?
¿Acaso
una sonrisa disimula una derrota?
¿Acaso en
una guerra no hay triunfadores y vencidos?
Te
equivocas querido amigo.
Siempre
hay quien regresa orgulloso al nido.
He aquí
el triunfador, que por no importar
no le
importa aplastar, pisotear, arrebatar.
¡Oh¡
Vanidoso ser humano, detesto tu egoísmo,
tu heroísmo,
sonrisa ancha sabiendo que dañas.
Pensando
en tu victoria pero no en los heridos.
María.
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