martes, 8 de mayo de 2012


Mis ojeras no disimulan los estragos de tu ausencia.
Mi voz vibra al simular las vocales de tu nombre.
Una nube de humo se forma al recordar tu cara.
Y es que se quiere disipar pero el viento no acompaña.
El rocío de la mañana empapa mis legañas,
presas de un mal sueño o una tormenta sin calma.
Presente, tan presente, siempre en la memoria.
Recuerdos que corren a contracorriente.
Olas bravas que arremeten contra las rocas.
Cabezazos contra la pared,
puñetazos a las vigas,
pateadas hacia el suelo.
Fino hilo que se rompe bruscamente.
Seda estropeada con el velero.
Dulce néctar amargado.
Una ventana, cobarde salida.
Afuera llueve y hace frío.
¿Y qué si no me río?
¿Acaso una sonrisa disimula una derrota?
¿Acaso en una guerra no hay triunfadores y vencidos?
Te equivocas querido amigo.
Siempre hay quien regresa orgulloso al nido.
He aquí el triunfador, que por no importar
no le importa aplastar, pisotear, arrebatar.
¡Oh¡ Vanidoso ser humano, detesto tu egoísmo,
tu heroísmo, sonrisa ancha sabiendo que dañas.
Pensando en tu victoria pero no en los heridos.

María.

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